Subiendo a la Torre Eiffel en el ascensor de la historia
El mundo está lleno de edificios y monumentos con nombres de monarcas, generales y grandes hombres de negocios; pero es raro encontrar grandes hitos que den crédito a los arquitectos o ingenieros que realmente los construyeron. La torre gigante que saludó a los visitantes de la Exposición Universal de París de 1889 fue concebida originariamente para ser, simplemente, una construcción temporal que debía ser desmantelada una vez cerrase la exposición. Tal vez es por eso que la Torre Eiffel nunca fue bautizada con el nombre de un símbolo nacional o para gloria de altos ideales o grandes próceres. Muy al contrario, en su lugar, este importante hito arquitectónico de París conmemora el genio de su diseñador y constructor: Gustave Eiffel.
El ingeniero Gustave Eiffel sabía cómo dominar la tecnología más avanzada de la época. Para empezar, los cimientos que sostienen los cuatro pilares de la torre tuvieron que ser construidos en un suelo húmedo, cerca del río Sena, un emplazamiento nada apropiado para levantar una torre de estas características y añadió un gran número de complicaciones al proyecto. Salvando todos los obstáculos técnicos y de construcción, la Torre Eiffel fue hecha realidad gracias al tesón y al gran amor por la ciencia que guió a Eiffel durante todo el proyecto. Este sentimiento de gratitud puede comprobarse viendo el friso alrededor del primer piso, donde se encuentran grabados los nombres de setenta y dos importantes científicos franceses de todos los tiempos.
El éxito comercial de una torre de observación de 300 metros, como lo es la Torre Eiffel, sólo fue posible, como no podía ser de otra manera, gracias a la invención del ascensor. Cuatro conjuntos de ascensores diagonales permiten subir a lo alto de la torre desde cada pie, que se abren paso entre los distintos niveles, a través de un entramado de vigas que se unen en ángulo recto y en perpendicular. El segundo tramo es vertical, en el centro de la estructura. La cabina se desliza cada vez más alto, y los cuatro bordes de la torre ven cada vez más cerca. Justo antes de que parece que el hierro está a punto de agotarse, el ascensor se detiene y abre sus puertas.
El hito urbano que suponía la Torre Eiffel estaba destinado a ser desmantelado en 1909. Sólo se salvó, por la insistencia de Eiffel de que la torre podría servir como banco de pruebas para experimentos científicos y, más tarde, como emisor de radio. Puentes y otras construcciones ideadas por Eiffel aún se conservan en pie y su obra puede verse desde Hungría a Bolivia. Incluso diseñó el armazón interno de la Estatua de la Libertad de Nueva York. Pero si no hubiera sido por la determinación de Eiffel, la torre que lleva su nombre, se recordaría hoy únicamente en el recuerdo de algunas postales amarillentas.
Un consejo: si sabes de antemano las fechas de viaje a París, con dos o tres meses de antelación, vale la pena reservar una entrada con horario preestablecido para saltarse las largas colas de taquilla reservando desde su web. Deberás imprimir el tique o mostrarlo en la pantalla de tu teléfono móvil para poder subir a la torre.
A medida que las ciudades vuelven a recibir viajeros de todo el mundo, asegúrate de consultar y cumplir todos los requisitos y restricciones para viajar a tu destino. Varían mucho y seguirán cambiando. Una forma de estar al día es consultar el mapa de restricciones de viajes por COVID-19 de la aseguradora Intermundial. Proporciona información específica del destino o según el itinerario que indiques, incluidas las normas de cuarentena a la llegada, los requisitos de pruebas y otra información que debes conocer antes de viajar.
Cosas que ver en París | Torre Eiffel